Normalmente, en todas nuestras celebraciones, especialmente en la de Navidad, engalanamos nuestras vestimentas, nuestras mesas, nuestras casas, comemos los mejores manjares y nos bebemos nuestros mejores vinos. Y es que el vino está irremediablemente unido a todas las celebraciones, no solo a las navideñas, pero ¿sabes acaso de dónde procede esa relación entre los caldos y la Navidad? Ponte cómodo y ábrete uno de nuestros vinos espumosos, que te lo vamos a contar.
Las Saturnalias, la fiesta romana donde el vino era protagonista
Relacionamos de manera inmediata la Navidad con la religión católica y es así. Se trata de una celebración religiosa claramente. Sin embargo, nuestra tradición de beber vino en cualquier fiesta y en la Navidad en particular tiene más que ver con las conocidas como Saturnalias.
Una fiesta que tenía lugar en el Imperio Romano los días previos a cada 21 de diciembre, coincidiendo con la llegada del solsticio de invierno. No obstante, no era la llegada de una nueva estación lo que se celebraba en esa fecha, sino el final de los trabajos de invierno.
El nombre tiene que ver con el hecho de que se trataba de rendir tributo durante días al dios Saturno, compartiendo los frutos de la tierra, entre los que, por supuesto, estaba el vino. Si nosotros apreciamos en la actualidad este tipo de caldos, en aquella época también. Existen documentos que de este modo lo atestiguan y que resultan cuando menos sorprendentes.
¿Por qué? Pues porque, sencillamente, se trataba de una fiesta que duraba días y que contaba con una serie de particularidades que hoy nos sorprenderían.
Eran los señores los que daban vino a sus siervos
Entre los rituales que tenían lugar entre los días 18 y 23 de cada mes de diciembre, estaba el de compartir vino. En este caso eran los señores los que brindaban a sus siervos sus mejores vinos.
Aunque esta fiesta tiene varias particularidades, es la inversión de papeles o roles la que más ríos de tinta ha ocasionado. Los amos o los señores atendían a sus siervos o esclavos, comían en las mismas habitaciones e incluso eran permitidas lo que se ha denominado por los historiadores como insolencias.
Era una época festiva que tuvo diferentes duraciones, dependiendo de los emperadores, pero siempre consideradas como una época inolvidables por todos. Días en los que se olvidaban temporalmente las convenciones sociales y en las que el vino corría como la pólvora por todas las viviendas y por las calles en una inversión de papeles impensable en nuestros días. ¿Acaso alguien descorcharía su mejor botella si no es para compartirla con una persona especial?
El vino se tomaba puro durante las Saturnalias
Otra de las grandes particularidades de esta curiosa fiesta que duraba días era que el vino se tomaba puro. En aquellos tiempos es interesante que sepas que la calidad de los vinos estaba estrechamente relacionada con las clases sociales. Así, los vinos de mayor calidad estaban reservados para las clases más altas.
Al igual que en nuestros días, el vino se diferenciaba tanto por su procedencia como por su edad o lo que hoy se conoce como añada. Los vinos, por lo tanto, procedentes de los lugares más conocidos y con más añada eran los caldos que solo tomaban las clases más altas.
En las celebraciones de poca importancia y en el consumo diario, era un uso común mezclar los vinos con agua. Según se tiene constancia, era agua tibia mezclada con hierbas y especias tostadas con el fin de aromatizar y dar sabor a esos vinos. Los grandes caldos, sin embargo, no se mezclaban ni con agua ni con especias. Pues bien, durante esas Saturnalias era precisamente el vino puro el que se compartía con los siervos y con los esclavos.
El vino en Roma y su vinculación con todas las fiestas
Aunque el papel de esta bebida en las Saturnalias es sumamente llamativo, cabe destacar que siempre tuvo una importancia protagonista en todas y cada una de las festividades romanas. De hecho, existían fiestas en las que el vino no es que formara parte de la festividad, sino que la celebración tenía lugar en torno a él. Un tipo de celebraciones conocidas como Vinalias. Festividades cuyo fin, a diferencia de las Saturnalias, que agradecían las cosechas en general, era rendir tributo a las cosechas de vinos.
En ninguna de esas festividades los esclavos tenían las libertades de las que disfrutaban el resto de los ciudadanos romanos. Era en las Saturnalias cuando los esclavos podían beber ese vino, pero también dejar a un lado por unos días el decoro e, incluso, emborracharse. Fue, sin duda, el vino el responsable de que fueran consideradas de todas las fiestas del año las más divertidas. Un vino alejado de ese líquido mezclado al que tenían los esclavos el resto del año. Una de las razones, por lo tanto, de que estas fueran unas fiestas tan esperadas especialmente por la servidumbre.
En honor a Saturno, a Júpiter o a Venus los romanos siempre celebraban con vino, algo que tenemos en común con ellos. Lo mismo que un sinfín de supersticiones y particularidades en esos brindis que hacemos con los que más queremos y con quienes compartimos nuestros mejores caldos. Eso sí, no hace falta que llegue el solsticio de invierno o que seamos de una determinada clase social para beberlos puros.
Si algo le llevamos de ventaja a los romanos es que ya las cosechas y las añadas no están reservados para ninguna fecha, ni para nadie en particular. Brindar, de hecho, con un vino espumoso nunca ha sido tan tentador y tan sencillo. Solo tienes que entrar en nuestra vinoteca online y dejarte llevar por los sentidos. Y es que aunque el champán era el único protagonista de la Navidad, como el vino en las Saturnalias, ahora tiene que compartir ese protagonismo en los brindis con los espumosos, que tan bien maridan con cualquier plato en una celebración.